Noche de miércoles. Hasta que no pueda dejar de llorar y esté rota de cansancio, no caeré dormida.
Quisiera escribirte, llamarte, ir corriendo a buscarte y gritarte frente a frente que me has destrozado la vida. Pero lo que haré será respetar el confinamiento y tragarme la mierda una noche más, porque de qué serviría martirizarte de nuevo. ¿Acaso lo haces tú? ¿Te culpas de lo que me hiciste, o vives tus días sin pena ni gloria y me dedicas vagos y nostálgicos pensamientos?

Ya no sé qué creer. Una vez llegué a creer que podría tener un futuro y que este, sería a tu lado. Pero me quitaste esa creencia tan rápido como decidiste no ver Mulán, ¿te acuerdas? Yo solo quería ver una de mis películas favoritas contigo; hacer algo que por una vez que no quisieras hacer tú, si no yo. Pero nada. Acabamos haciendo lo que tú quisiste. Mientras la película seguía reproduciéndose.

¿Eres consciente de que cada vez que mi novio me pone una mano encima, me acuerdo de la tuya?
¿De que, cuando por fin parece que me lo voy a pasar bien, me estalla en la cara no saber si de verdad quiero hacerlo o si solo lo hago “para que se le pase” o “para que se pueda dormir”?
De veras que ya no sé distinguir si quiero hacerlo o si siento que debo. Y es tu culpa.
También la mía por terminar cediendo tras pedírmelo 3 o 4 veces seguidas, ¿pero qué iba a hacer yo? Me lo pedías con esa cara... Yo solo quería hacerte feliz, te lo prometo. Era lo que más quería en el mundo. Eso y disfrutar de tu felicidad, a tu lado. Y ser feliz contigo. Eso era todo cuanto quería.

¿Pero qué te voy a decir? Solo éramos unos críos. Tú uno caprichoso al que le daban pataletas si no obtenía lo que quería; yo una estúpida abnegada sin aspiraciones, que buscaba que alguien que no fuese ella misma, le diese un sentido a su vida.

Nuestra relación no se pudrió solo por eso: lo sé, lo sabes. Sin embargo... me acuerdo constantemente.
En una actualidad protagonizada la lujuria y el deseo, me acuerdo prácticamente a diario del verde de las paredes. De la luz de la pantalla de tu ordenador. Del espejo del armario. De tu almohada ocultando mi llanto ahogado. Y siento de todo menos lujuria y deseo.

Debí haber cortado aquello antes, de raíz. Pero se me fue de las manos.

Hoy, noche de miércoles, he pensado en escribirte y acordarme de todo tu árbol genealógico, - y no de una forma especialmente agradable - pero he vuelto a caer en la cuenta de que tus padres son un amor y de que, en el fondo, pienso que no querías hacerme esto. Que no eras consciente.

Pero, por favor, ahora que lo sabes todo y que, de inconsciente no te queda nada... No lo repitas. Estés con quien estés, tengas la relación que tengas, no te comportes con nadie como te comportaste conmigo. Como lo hagas, tendré que ir a partirte las piernas, avisado quedas.

Aunque no crea que la gente cambie, por favor, demuéstrame que no es así.
Porque entre lágrima y lágrima, aún conservo bonitos recuerdos a tu lado.
Y sé que me quisiste. Aunque lo hiciste fatal.
Y yo también te quise, te lo juro por todas las ganas que tengo de salir de este pozo - ya sabes que nunca juro -.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Deseando que fuese miércoles

Domingo un poco miércoles